domingo, 18 de enero de 2009
El Madrid gana en momentos de crisis en la Casa Blanca
El Real Madrid celebró la dimisión de Ramón Calderón con una exagerada victoria ante Osasuna, cuya hinchada tardará en olvidar este partido a causa de la inexplicable expulsión de Juanfran, que merece un hueco destacado en el museo de los horrores arbitrales. Al interior rojillo le hicieron dos penaltis como la Plaza del Castillo, dos penas máximas que Pérez Burrull convirtió en imaginarios piscinazos, y por lo tanto en dos tarjetas –luego se sabe el reglamento, parece– que dieron con los huesos de ex madridista en vestuarios antes de tiempo. Pérez Burrull cavó la fosa rojilla, sin olvidar la colaboración de Roberto, que tuvo una tarde nefasta.
Se especulaba sobre el efecto del adiós de Calderón sobre el equipo. Pues ni frío ni calor. Es decir, como si nada. El equipo está desconectado del palco, para bien y para mal, aunque en sus carencias se refleja con total claridad la falta de ideas que imperó en los despachos del Bernabéu el pasado verano, por no remontarnos más atrás.
Sin Guti, no hay un solo futbolista en este equipo que cree juego. Quizá Sneijder podría hacerlo, pero Juande Ramos lo ubicó en la banda para decorar la simetría de su 4-4-2. Camacho simplemente ordenó a los suyos apretar arriba y ahogó a los blancos, incapaces de hacer llegar el balón a Gago o Lass y condenados a recurrir al pelotazo una y otra vez.
El toma y daca inicial –Higuaín falló una de las suyas a los 24 segundos y Pandiani perdonó un minuto después– duró 13 minutos, hasta que Gago cometió el primer penalti del día sobre Juanfran. Osasuna se rehízo y apenas tardó cinco minutos en poner cordura en el marcador, en una acción en la que Nekounam retrató a los centrales blancos. Heinze puso cara a la frustración blanca, repartiendo codazos sobre el pobre Juanfran por tierra, mar y aire. La única grieta del muro navarro era Roberto, que sembró dudas en un par de malas salidas que pudieron costarle un disgusto.
Tras el descanso, cosas del fútbol: Juande, el entrenador que trajo el dimitido Calderón para suplir al destituido Schuster, cambió su idea por la del técnico alemán: sacó del campo a Cannavaro y Sneijder y dio entrada a Van der Vaart y Huntelaar, convirtiendo el dibujo en un 4-3-3 con Lass de lateral derecho.
Antes de que se probara la efectividad del cambio, una de las habituales locuras de Sergio Ramos, un disparo desde 30 metros, sacó los colores a Roberto, que se comió el bote y el gol. Osasuna aún se mantuvo en pie hasta el minuto 63, cuando Robben convirtió una mala decisión (debió tirar a la primera) en una asistencia inexcusable para Higuaín.
Esta vez Osasuna sí acusó el golpe. Sin duda, el castigo era excesivo. En cualquier otra situación, el Madrid hubiera machacado a su rival. Pero este equipo no está para nada. Ver a Sergio Ramos tirando una falta frontal por la que hace no mucho se hubieran peleado Zidane, Figo o Beckham es sintomático.
Con el marcador a favor, Juande reculó y sacó a Marcelo, volviendo a jugar con cuatro en el medio. Sin embargo, no pudo evitar una nueva colada de Juanfran, al que Pepe derribó con claridad meridiana. Pérez Burrull pitó penalti pero, a instancias de su asistente, se tragó el silbato y mandó al pobre chaval a los vestuarios antes de que Robben cerrara el partido gracias a otro regalo de Roberto. Mucho premio para el Madrid, mucho castigo para Osasuna y mucha nevera (es de esperar) para Pérez Burrull. O eso, o un crucerito por la Antártida... hasta la temporada que viene.
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