domingo, 25 de enero de 2009
El Angel de Madrid le dio la alegria al Bernabeu
Un gol de Raúl dio al Real Madrid tres puntos que permiten a los blancos quedarse solos en la segunda plaza de la Liga BBVA. El capitán, que suma 306 goles de blanco, a sólo uno de Di Stéfano, certificó un triunfo que se cimentó, como siempre, en Arjen Robben, un futbolista tan sobrado en el dribling como falto de remate. El Madrid jugó con intensidad en el primer tiempo y se adelantó con justicia, pero tras el descanso lo fió todo a la contra definitiva y el Deportivo estuvo cerca del empate. Lo impidieron Casillas, otro que siempre está, y la madera, que escupió un zurdazo de Filipe Luis.
Quinto triunfo del Madrid, dirán los optimistas. Cuarto por la mínima, dirán los pesimistas, que suelen ser optimistas bien informados. Como lo está la afición del Madrid, que empieza a pasar peligrosamente del equipo. Se ven claros en las gradas, algo insólito en los últimos años, y se oyen pitos ante el resultadismo puro y duro de Juande Ramos.
Lo grave es que parece evidente que el equipo no está para más: aguantar como sea el tipo en la Liga y echar todas sus fichas en el jugoso casino de la Champions. El Madrid volvió a ser lo de siempre, es decir, Robben, que aglutina las escasísimas buenas noticias que ofrecen los blancos en este curso. Y también algunas malas. Porque el extremo holandés frustra ocasiones con la misma facilidad con que las crea. Claro que lo suyo no es definir –eso está claro–, sino habilitar. Se supone que hay delanteros para eso. Esta vez no fue Higuaín (que estuvo mal), sino Raúl, que marcó con la oreja su gol 306 como madridista. No fue muy bonito, ni muy ortodoxo, pero tanto da. Los números admiten poco debate.
El primer tiempo de los blancos fue aceptable. Salieron con brío y se hicieron pronto con el centro del campo, favorecidos por el planteamiento de Lotina, que dejaba demasiado espacio entre sus medios defensivos y los creativos. Una jugosa parcela por la que Robben campó a sus anchas, cambiando de banda cuando le vino en gana y volviendo locos a los laterales gallegos. El gol de Raúl sancionó la superioridad local, aunque ocultó la preocupante desubicación de Sneijder, un lujo que este equipo no se puede permitir. Empezó por la derecha, pero pronto se fue de allí, dejando toda la banda para Sergio Ramos (mucho incluso para él) y tratando de asociarse con Robben en la izquierda. Allí acabó, perdido entre líneas, sin apenas participar en el juego.
El partido se reanudó frío. Ramos, que volvió a mostrar su ímpetu, y Robben amagaron con cerrarlo, pero el Depor se vino arriba con una ‘folha seca’ de Filipe que repelió el travesaño. El centro del campo coruñés se compactó y el Madrid apostó con descaro por la recular y buscar la contra. Algo demasiado habitual en los últimos tiempos para un equipo que se dice grande y que no gusta al Bernabéu. Como no gustó el cambio de Raúl, al que suplió Drenthe, un jugador maldito desde lo del Camp Nou. No se le pasa una.
Fue un partido de pocas ocasiones. El Depor se dejó el último cartucho en un disparo de Lafita que sacó Casillas en el alarde suyo de cada día. Quedaban veinte minutos y casi no hubo más, salvo tres buenas jugadas de Robben (la mejor, una contra de 50 metros que hubiera admirado al mismísmo Usain Bolt) que volvieron a evidenciar su falta de gol, para los pesimistas. Los optimistas se quedarán con la exhibición de su físico, que parece haber dejado atrás los días de tinieblas. El fino extremo holandés es ahora el faro de la esperanza blanca.
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