
Como de costumbre, la llegada del nuevo año coincide con la apertura del mercado de fichajes. Se realiza un repaso de algunos de los traspasos más impactantes del planeta fútbol a lo largo de su historia, desde Alfredo Di Stéfano a Zinedine Zidane, pasando por Andriy Shevchenko o Nicolas Anelka.
Si hoy en día el traspaso de un jugador se calcula en millones de euros, de libras esterlinas o de dólares entre las grandes cilindradas europeas, hubo un tiempo en que las cosas funcionaban de otro modo. Así, por ejemplo, en los años treinta en Argentina, el River Plate fue el primero en realizar dos fichajes reseñables en el campeonato profesional. Compró al delantero Carlos Peucelle al Sportivo Buenos Aires por 10.000 pesos, una pequeña fortuna a la sazón. Un año después, Bernabé Ferreyra llegó procedente del Tigre por un montante tres veces superior. Estas dos incorporaciones, que reportarían numerosos títulos al River durante aquel decenio, dieron asimismo el sobrenombre al club de Buenos Aires, a cuyos jugadores se les empezó a llamar desde entonces los Millonarios. Aunque hay otra versión que dice que el club debe su alias al hecho de que la transferencia de Ferreyra se pagó en oro.
Unos años más tarde, en 1947, un joven delantero de la cantera del River anotó 27 goles y se proclamó máximo goleador del campeonato conquistado por su club. Como en aquella época los medios de comunicación no estaban tan desarrollados como en la actualidad, su nombre tardó unos años en atravesar el Atlántico. Hizo falta esperar hasta 1956 para que este prodigio se convirtiera en objeto de deseo de los dos colosos españoles, el Real Madrid y el FC Barcelona. Se llamaba Alfredo Di Stéfano y su aterrizaje en España fue una de las primeras razones que intensificó la exacerbada rivalidad entre ambas casas.
Leña al fuego
Y es que a raíz del embrollo financiero y jurídico que se montó entre los dos clubes españoles, el River Plate y los Millonarios de Bogotá, equipo anterior de Di Stéfano, la Federación española dirimió el litigio resolviendo que la Saeta Rubia jugaría alternativamente dos años en cada uno de los dos equipos ibéricos, una solución que no satisfacía a nadie. Al final, por medio de una compensación monetaria al Barça, Di Stéfano fichó definitivamente por el Real Madrid. Sesenta años después, las explicaciones de esa retirada catalana son todavía objeto de las más vivas controversias. Los seguidores merengues afirman que esa elección fue voluntaria, mientras que los blaugrana la atribuyen a presiones por parte del Gobierno de Franco.
Otro traslado de escándalo echó leña al fuego de esa rivalidad 50 años más tarde. El portugués Luis Figo, que había hecho las delicias de los aficionados del Barcelona entre 1995 y 2000 hasta el punto de convertirse en uno de sus símbolos, se pasó al Madrid por una suma récord de 67 millones de euros. El público barcelonista entendió aquello como una traición, y no dejó de prodigarle al volante luso una recepción de pesadilla cada vez que visitó el Camp Nou durante los cinco años siguientes, hasta su marcha al Inter de Milán.
El dinero pagado por el fichaje de Figo batió un récord que cayó al año siguiente, pero a manos del mismo club. Para arrancar a Zinedine Zidane del Juventus, el Real Madrid desembolsó 77 millones de euros, un importe sin par hasta entonces. Y todo el mundo salió ganando. El francés enseguida obtuvo su primera y única Liga de Campeones y un hueco aparte en el corazón de los socios madridistas, gracias entre otras lindezas a su legendaria "volea de Glasgow", mientras que la Juve, con el dinero recaudado, pudo contratar a Gianluigi Buffon, Lilian Thuram, Marcelo Salas y Pavel Nedved, ¡casi nada!.
El hombre más caro del mundo
Pese a esa nada desdeñable cantidad, Zizou no es el jugador más caro en la historia del balompié. Ese honor le corresponde a su compatriota Nicolas Anelka, quien al firmar por el Chelsea el pasado invierno, ha acumulado un total por sus sucesivos traspasos que asciende a 113 millones de euros. Por una de esas ironías del destino, el París Saint-Germain, el club donde se formó, recibió 800.000 euros al cederlo al Arsenal en 1997, y pagó 32 millones para repatriarlo desde el Real Madrid tres años después.
Otro guión muy parecido fue el del argentino Juan Sebastián Verón, quien después de haber brillado en Italia defendiendo los colores del Sampdoria, el Parma y el Lazio, empezó a encadenar traspasos astronómicos por algunos de los clubes más pudientes de Europa sin alcanzar el rendimiento que había hecho de él uno de los principales artífices de la obtención del scudetto por parte del Lazio en 2000. El Chelsea, el Manchester United y el Inter de Milán serían deslucidos derroteros en la carrera del tejedor de juego de la Albiceleste, que ahora está viviendo una segunda juventud en su país natal en el Estudiantes de la Plata, donde triunfa desde 2006.
El caso de Verón, que pasó muchas dificultades para adaptarse a la Premier inglesa, no es una excepción en el Chelsea, que está acumulando a pesar suyo una larga lista de adquisiciones fallidas. Andriy Shevchenko, comprado al AC Milan a precio de oro, como el Balón que recibió en 2004, no anotó más que nueve goles en sus dos temporadas allí, y el verano pasado se reintegró gratuitamente a las filas de los rossoneri. El mismo sino arrastró a los defensas Asier del Horno y Khalid Boulahrouz, que nunca encontraron su sitio vistiendo la camiseta azul, así como también al internacional inglés Shaun Wright-Phillips, que tras recalar en 2005 en Stamford Bridge por 30 millones de euros, desanduvo tres años después, y otros 19 millones de euros, el camino por el que había venido.
En estos primeros días del año, asistiremos sin duda a algunos buenos negocios, grandes golpes de talón y deseos truncados. Los clubes disponen de un mes para encontrar la perla rara, corregir los errores del verano o reforzar sus efectivos.
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